Muchos ciclistas piensan que para mejorar el rendimiento no hay otro camino que el de entrenar sobre la bici, y aunque es cierto que la mayor parte del entrenamiento hay que pasarlo sobre la bici, no es lo único que debemos cuidar. Existen muchos otros factores en los que podemos mejorar y que daran mejores resultados que alguna de esas interminables jornadas sobre la bici. Uno de esos aspectos fundamentales es la propiocepción y todos los profesionales le dedican su tiempo a entrenarla.
¿Qué es la propiocepción?
La mayoría hemos olvidado cómo fue la primera vez que conseguimos mantenernos en una bici sin caernos, pero si regresamos a ese momento decisivo daremos con una de las claves básicas del ciclismo: el equilibrio. Para lograr dar pedales sin caernos tenemos que poner en marcha una gran cantidad de complejos movimientos, cálculos, interpretaciones y estimaciones que con el tiempo y la práctica realizamos de manera automática. Pero lo cierto es que es más complicado de lo que recordamos.
Si analizamo la etimología de propiocepción llegamos a descifrar que significa la consciencia (-cepción) de uno mismo (propio-). Es decir, la información que incorporamos a nuestro cerebro sobre nuestra musculatura, articulaciones, movimientos y postura corporal. Cuanta mayor sea la información de este tipo que seamos capaces de incluir e interiorizar luego podremos manejarla de manera inmediata y de manera casi involuntaria.
Al entrenar nuestro sistema propioceptivo (coordinación, equilibrio sobre la bici, etc) conseguiremos que nuestro cerebro mande las ordenes correctas en forma de reflejos, tensión mucular… de manera mucho más rápida.
¿Por qué es tan importante la propiocepción?
Entrenar la propiocepción nos permitirá reaccionar mucho mejor en bajadas técnicas, ante posibles caídas o incluso nos recuperarnos de lesiones. En mountain bike debería ser obligatorio entrenar la propiocepción ya que la técnica juega un papel decisivo. Y en ciclismo de carretera puede marcar la diferencia entre ganar un sprint o no hacerlo.